Aquí estoy...

Como si fuese un discípulo de Borges, amo con derroche los atardeceres, los arrabales, algunos espejos de azogue interior, lo mítico y la desdicha. Me gustaría disfrutar ahora de la sencillez de la Belleza. Pero con sosiego. Aunque mis ojos, en un remedo de Terenci Moix, ya no puedan ver ese puro destello que me deslumbraba, aunque ya nada pueda devolver la hora del esplendor, acaso de lo mío que encuentro en mi Barrio, de la gloria mítica, no voy a afligirme, ni con la infelicidad, porque la belleza siempre perdura en el recuerdo.



jueves, 19 de abril de 2018

LIBROS QUE VOY LEYENDO: "Berta Isla" de Javier Marías.

“Uno va reduciendo sus ímpetus y sus expectativas, se va conformando con versiones deterioradas de lo que quiso alcanzar o creyó haber alcanzado, en todas las fases de la vida se admiten rebajas y desperfectos”



Aun no siendo una de sus mejores novelas, “Berta Isla” (Alfaguara, 2017), de Javier Marías, ha sido considerada por la prensa y crítica especializada como uno de los libros más sobresalientes y recomendados del año pasado. No tengo nada que refutar y sí mucho que corroborar de estos juicios realizados a “la envolvente y apasionante historia de una espera”, a una obra maestra de espías y sobre todo de amor resignado; ni objetar del aval a todo cuanto escriba este grande autor de la literatura contemporánea, por su narrativa precisa, reflexiva, emotiva, y la que hace de algo simple un gran misterio. Asistimos a un ejemplo de autenticidad y talento, una garantía literaria insoslayable, en una historia, en 540 páginas, turbadora y desamparada, desarrollada a lo largo de más de 30 años de expectativas, de desorden, de honestidad, de una lealtad que no precisa de la fidelidad puesto que la renuncia, con sus desagravios y esperanzas, lo supera todo. 

“Durante un tiempo no estuvo segura de si su marido era su marido. A veces creía que sí, a veces creía que no, y a veces decidía no creer nada y seguir viviendo su vida con él, o con aquel hombre semejante a él, mayor que él. Pero también ella se había hecho mayor por su cuenta, en su ausencia, era muy joven cuando se casó”

De esta manera comienza “Berta Isla”, como “Un día cualquiera, «un día estúpido», condicionará el resto de su existencia”, a la de sus protagonistas, Tomás Nevinson y especialmente a Berta Isla.

“Muy jóvenes se conocieron Berta Isla y Tomás Nevinson en Madrid, y muy pronta fue su determinación de pasar la vida juntos, sin sospechar que los aguardaba una convivencia intermitente y después una desaparición. Tomás, medio español y medio inglés, es un superdotado para las lenguas y los acentos, y eso hace que, durante sus estudios en Oxford, la Corona ponga sus ojos en él. 
Berta Isla es la envolvente y apasionante historia de una espera y de una evolución, la de su protagonista. También de la fragilidad y la tenacidad de una relación amorosa condenada al secreto y a la ocultación, al fingimiento y a la conjetura, y en última instancia al resentimiento mezclado con la lealtad.
O, como dice una cita de Dickens hacia el final del libro, es la muestra de que «cada corazón palpitante es un secreto para el corazón más próximo, el que dormita y late a su lado». Y es también la historia de quienes quieren parar desgracias e intervenir en el universo, para acabar encontrándose desterrados de él.”

“Perdió pronto de vista a sus amistades, le entró pánico en la noche cerrada y no bien iluminada por las farolas tibias, corrió sin ton ni son de un lado a otro, todo el frío de enero le desapareció de golpe, notó el ardor de un peligro desconocido, se quiso desgajar del tumulto instintivamente y se alejó de la Plaza a la carrera por una calle adyacente no muy ancha y bastante vacía de manifestantes, la estampida habría optado por otros caminos o procuraba no disgregarse en exceso con vista a reagruparse e intentarlo de nuevo en balde, el temor y la furia crecientes, los ánimos exaltados, acelerados los pulsos y desterrados los cálculos.”

Cuando ya la crítica ha bautizado como Ciclo de Oxford a cierta continuidad en las novelas “Todas las almas”, “Negra espalda del tiempo” y “Tu rostro mañana”, llega “Berta Isla” para continuar la serie con una trama que tiene, precisamente, en Oxford una importancia destacada, y con la reaparición de personajes como el profesor Wheeler o el obscuro Bertram Tupra, reclutadores del M15 Y M16 de los servicios secretos británicos, de “Tu rostro mañana”. Del mismo modo, Marías recurre aquí al tema de “Los enamoramientos”, soberbia María Dolz, el de la desaparición, de regresos no como hijos pródigos sino de fantasmas, de la comunicación entre vivos y muertos, versado en “El coronel Chabert” de Balzac, acrecentado ahora en “Berta Isla” con “La mujer de Martin Guerre” de Janet Lewis, condicionando la vida de Jacobo Deza en la novela anterior y de Tom Nevinson en esta. El condicionamiento de la vida, la vida a la que tanto invoca Marías, del mundo al que tan poco conocemos y de lo que nos sentimos si no culpables, cobardes.

“Todo lo conocido está destinado a engullirse y a trivializarse, a toda prisa, y por lo tanto a carecer de verdadera influencia. Lo que es visible, lo que es espectáculo del dominio público, eso jamás cambia nada (…) Quienes actúan envueltos en niebla y de espaldas al resto, y no reclaman ni necesitan reconocimiento, esos son los que turban más el universo”

Javier Marías, más que narrador, gestiona impecablemente el sentido de la ausencia. Para ello se sirve de la primera persona narrativa en el personaje sensato de Berta Isla, para acomodar con habilidad historia y reflexión, para hablar del abandono de la mujer por el abandono del marido, la que principia la narración y la que la finaliza encumbrando un tema básico, la duda, la duda de la ausencia, la duda reflejada con destreza en el que la sufre, en el que la propicia; y la tercera persona expresiva, “Somos como el narrador en tercera persona de una novela”, para llegar a todos los pormenores del ser y no ser de Thomas Nevinson, de su impotencia y soledad, en su discreta actividad y separaciones, “La vida itinerante desgasta, y la escondida, y la fingida, y la traicionera, y la desterrada, y la difunta”, discreta por llamarla de alguna manera y al que por una trampa urdida y de la que se siente responsable acepta trabajar de espía en un mundo de hipocresía y abuso, “Tengo la sensación de que yo no he escogido tanto como se me ha escogido a mí”; y permitirse, característico del autor, sus digresiones reflexivas, críticas e incluso humorísticas, así como la nota absurda o los callejones sin salida en el término de alguna de las sinuosidades, de los recovecos del argumento cardinal. En ambos recursos estilísticos prima, formando parte también de la idiosincrasia del escritor, los extensos diálogos, las interminables pausas, densas e inteligentes, que penetran en los fondos de la conciencia personal y social. 

“Nadie me ha reclamado nunca aquí: lo propio de este país, que siempre desaprovecha lo útil que tiene, cuando no lo expulsa o lo persigue”

Significativas y genuinas las citas literarias de Marías, jamás empleadas como ornamentación o estética, con las que no solo evoca historias y personajes, sino en las que se inspira y en las que versa parte de sus nudos argumentales. Aquí, por tanto, encontramos el aspecto lúdico de las “sortes biblicae” en torno a la fatalidad, un cuento breve de Flaubert, a Dickens, la película de Mankiewicz “El fantasma y la señora Muir”, la acostumbrada mención shakesperiana, esta vez “Enrique V” y la ilación de la decisión del protagonista con el relato del monarca a sus soldados, y de manera fundamental a T.S. Eliot y su poema “Little Gidding”, con la sutileza de insistir en el destino de su protagonista, su vida como polvo suspendido en el aire, la levedad y la muerte frente a lo permanente, el amor, la espera de Berta Isla y el fantasma de Nevinson vagando en tierra de nadie.

“La mayoría de los políticos hacen caso omiso de las contradicciones si son ellos quienes incurren en ellas”

La novela se desdobla por los últimos años de Franco, por las manifestaciones estudiantiles, los noventa, Oxford, Thatcher, las Malvinas, Ulster, Madrid. Tiempos convulsos o de inflexión por la exigencia de innovar, de reinventar, de poner fin a lo viejo para dejar sitio a lo nuevo; en una sutil metáfora de anteponer lo duradero a una realidad dominada por la fugacidad de las cosas y los pensamientos. 

“Tomás Nevinson permaneció un cuarto curso, y preveía regresar a España del todo con veintiún años o casi, sus exámenes finales aprobados con las notas más altas y su Bachelor of Arts en el bolsillo. Entonces todo iba más rápido y más adelantado que ahora, en contra de lo que se cree, y los jóvenes se sentían adultos desde muy pronto, se sentían listos para acometer tareas, ejercitarse sobre la marcha y encaramarse a los lomos del mundo. No había motivo para esperar ni remolonear, y tratar de prolongar la adolescencia o la niñez, con sus plácidas indefiniciones, parecía propio de pusilánimes y medrosos, de los que la tierra está hoy tan llena que ya nadie los ve como tales. Son la norma, una humanidad sobreprotegida y haragana, surgida en un plazo brevísimo después de siglos de lo contrario: actividad, inquietud, intrepidez e impaciencia.”

Por estos escenarios discurre la prosa de Marías, omnisciente, la que sigue siendo única, diferente, talentosa, por un fluir pletórico de recovecos, de recodos, de sub-tramas, en los que siempre encontramos un hallazgo valioso; o bien cuando despliega ante el tema general una táctica de rodeo, de absorción, tangencial, para desnudar y exponer todos los detalles, cada uno de los movimientos, cada una de las impresiones, incluso los más recónditos; deteniendo la acción si menester fuese, demorándola o adoptando una perspectiva distinta, distante, ralentizándola, para extraer todo el jugo, la última molécula de su sustancia, toda la información, todas las sensaciones, de una emoción, una epifanía, de una verdad o esperanza, de las omisiones, de la misma manera de cualquier cuita o eventualidad de sus protagonistas, hacia la más absoluta rigurosidad, los planos posibles, el agotamiento.

“Una expresión a la vez de orgullo y espanto, las dos cosas mezcladas hasta formar un todo indistinguible. Espanto por lo que se ha contemplado y orgullo por haberlo encajado, por no haber perdido el juicio ni haber salido corriendo. Espanto y orgullo juntos por la barbaridad que uno ha hecho, por lo que ha sido capaz de hacer. Con esa expresión se regresa del frente y también de otras actividades ocultas”

Porque en el trasfondo de la novela, junto a la magnitud de la espera, de la duda, de la ausencia, yace el secreto, el secreto único, personal e intransferible e inherente en la vida de cada persona. La vida recurrente en Marías. La parte íntima que responde con desconfianza ante la injerencia externa, por muy allegada que esta sea. La intimidad de la que nadie sabe, sola, y la que defendemos a ultranza, sacrificando aspectos de la convivencia, más en las rutinas, de la complicidad. Y en este otro escenario, la maestría de Marías introduce una impensada intriga, un imprevisto misterio que anuda el interés del lector y no lo deja escapar hasta el final de sus páginas, reconducida por su escritura envolvente, elegante, que abarca lo visible y hasta lo de más allá.

“Porque sé que el tiempo es siempre tiempo y el lugar es siempre lugar y solamente, y lo que es real es real para un tiempo tan sólo y para un lugar solamente”

Berta Isla supone otro lujo para encandilarnos, para disfrutar de la lectura, de la escritura de Javier Marías, poderosa, magistral por su profundidad, por su perfección casi obsesiva en el manejo de la plétora de sustantivos, adjetivos, de matices gramaticales y estilísticos en el más alto nivel literario, indiscutible e insuperable. De una elaboración que abunda en lo lírico, para mayor deleite nuestro, y que recuerda aquí, por su referencia e inspiración, a T.S. Eliot. Y como muestra, lo siguiente: “Ese podía haber sido el destino de Tomás, hundirse en la niebla de lo sucedido y no sucedido, en la negra espalda del tiempo, engullido por la garganta del mar. Y ser eso: una brizna de hierba, una mota de polvo, una ráfaga breve, una lagartija que trepa por un muro en verano, una humareda que por fin se apaga; o una nieve que cae y no cuaja”. La prosa con una cadencia vigorosa, hipnótica, recitada, impetrada, de largas frases que dejan sin aliento, sin dejar resquemor, gratamente aceptada por la corrección y la riqueza de entonación, de sus marcadas pausas para digerir lo leído, para masticar lo pensado, pero breves porque de inmediato arranca la narración en su orden prefijado y enfático, constante y coherente, que nos abduce con su gravedad y belleza. 

“Los países los usurpan quienes van naciendo sin querer, a nosotros nos usurpan los adultos o los viejos en que nos convertimos sin querer”

Finalmente, ni decir tiene que recomiendo “Berta Isla”. La novela desengañada, rica en acción y revelaciones, a caballo entre una historia peculiar de espías y una historia peculiar amorosa, introspectiva y auscultadora, desde todos sus posibles enfoques, de un mundo estremecido, para hacer de su comprensión un hito de perfección y lindeza. Leer al mejor Marías es un placer inigualable para mí y para quienes aman la más grande literatura. Indispensable.

“Cuán fácil es creer que se sabe y no saber nada, pensé. Cuán fácil estar en la oscuridad, o es nuestro estado natural”



No hay comentarios:

Publicar un comentario