“-Es
que si fuera poeta podría decir lo que quiero. - ¿Y qué es lo que quieres
decir? –Bueno, ése es justamente el problema. Que como no soy poeta, no puedo
decirlo”
¡Cuantas veces oí hablar
de este libro, cuantas veces quise leerlo, y cuantas veces lo deseché en el
último momento! Ahora lo he leído y me arrepiento de no haberlo hecho antes, de
no haberlo releído dos, tres, muchas veces. “El cartero de Neruda (Ardiente
paciencia)” (Sudamericana, 1995) del escritor chileno Antonio Skármeta. Una
novela corta, sí, pero con fondo largo; es decir, poco a poco, página a página,
te va encandilando hasta que una vez terminada la lectura suspiras dos, tres, muchas
veces, y vuelves aquí y allá a releer frases, párrafos… Inolvidable. Un manejo
magistral, dentro de una estructura lineal de capítulos breves con prólogo y
epílogo, de prosa y lírica, historia y ficción, de sentimientos expresados con sencillez,
una narración emotiva y encantadora. Un relato en torno a la amistad entre el
cartero Mario Jiménez y el poeta Pablo Neruda, del amor, pasional, de Beatriz y
Mario (fantástico el episodio erótico del huevo), e incluso del tema político
con Allende y luego la dictadura militar. Un clásico de la literatura
universal.
“Mario Jiménez, un joven
pescador, decide abandonar su oficio para convertirse en cartero de Isla Negra,
donde la única persona que recibe y envía correspondencia es el poeta Pablo
Neruda. Jiménez admira a Neruda y espera pacientemente que algún día el poeta
le dedique un libro, o que se produzca algo más que un brevísimo cruce de
palabras y el pago de la propina. Su anhelo se verá finalmente recompensado y
entre ambos se entablará una relación muy peculiar”
Esta novela corta, 139
páginas, es el desarrollo de la película homónima del propio autor. Más tarde,
(no la he visto), el director Michael Radford versionó el guión en “Il
Postino”, con la acción desarrollada en Italia. En la edición escrita de
Sudamericana, el prólogo de Skármeta, muy irónico, considera el argumento de
autobiográfico, correspondiente a su periodo de redactor cultural en un diario
chileno, también de escritor en ciernes y poco creíble por su pereza (14 años
tardó en escribir el libro, asegura), encomendado en la tarea de establecer la
“geografía erótica” del “maestro”, del “vate” Pablo Neruda en su retiro junto
al mar en Isla Negra, sirviéndole a su vez esta tarea para descansar y terminar
el libro que pretendía y que su inconstancia alejaba. Indudablemente es difícil
separar lo ficticio de lo verídico del prólogo, pero ello da credibilidad a la
historia y un recurso para explicar cómo a través de una protagonista de la misma,
Beatriz González, escribió otra historia muy distinta, la crónica de Mario con
Neruda.
“Mario
sintió sus ojos húmedos, y la voz le salió también mojada”
Skármeta escribe de unos
personajes creíbles, sencillos, honestos, cercanos: Beatriz, Cosme, la viuda
González… y en especial del cartero Mario Jiménez y el poeta universal Pablo
Neruda. La relación sentimental entre Mario y Beatriz es enternecedora,
divertida en el enfrentamiento de aquel con su suegra, la viuda González,
aleccionadora por ese afán de superación de Mario, por no querer ser pescador,
no querer ser como los demás ni para lo que estaba predestinado, querer ser
poeta con la intención de buscar y construir metáforas con las que encandilar a
su querida Beatriz. Y muy grande el perfil trazado de Pablo Neruda, el gran
poeta orgullo de todo Chile, tanto que incluso en la tensa espera del Nobel de
literatura, tan personal, lo hace suyo todo el mundo, en el reconocimiento de la
sublimidad y musicalidad de su obra; y con todo, Skármeta lo hace bajar un
escalón de cierto endiosamiento o altura imposible para el resto de sus
congéneres, ricos y pobres, y nos lo presenta en alguien muy humano, cercano,
entrañable, actuando en este caso como un segundo padre del inocente y osado
Mario Jiménez, y como un solvente celestino para propiciar el encuentro de éste
con Beatriz, amenorando o aliviando la tragedia que supone para la suegra esta
relación. Neruda, con todo, es el personaje principal y con el que se
estructura la novela, tanto cuando aparece como en lo significativo para todos,
personajes y circunstancias, en su ausencia, permitiendo que el lector conozca
los cambios sociales y políticos en Chile, con la elección y después asesinato
del presidente Salvador Allende y la llegada siniestra de la dictadura militar.
“El
poeta lamentó en ese momento haber suscrito la doctrina materialista de la interpretación
del universo, pues tuvo urgencia de pedir misericordia al Señor”
Personajes a los que el
escritor sitúa en un escenario agradable, aislado, atractivo, Isla Negra, un
pueblo chileno junto al mar,
San Antonio, con puerto de pescadores, de idílica
caleta, indemne al tiempo y a los desafueros del mundo. Con estos mimbres
entreteje una trama sensible, despierta, y no por ello exenta de compromiso y
desdicha por su tratamiento sencillo y original, que nos habla y nos agarra adentro
con cuestiones como los sueños, la nostalgia, la superación personal, de amores
complacidos y amores contrariados, de la diferencia de clases, tradiciones, de política
y confesiones… con los que nos hace reír, suspirar, reflexionar y sobre todo
conmovernos.
“-Mijita,
no me cuente más. Estamos frente a un caso muy peligroso. Todos los hombres que
primero tocan con la palabra, después llegan más lejos con las manos”
“El cartero de Neruda” (“Ardiente
paciencia” como el verso de Rimbaud) ha sido, y será, uno de esos libros
extraordinarios que marcan de una forma u otra toda pasión literaria. Una
novela imprescindible. Una historia que a mí me ha permitido, y me permitirá en
sus futuras relecturas, convertirme en metáfora, en personificación mediante las
letras de un cartero que no está precisamente para llevar la correspondencia al
maestro Pablo Neruda en Isla Negra, sino para ahondar en su descubrimiento y en
el amor por su obra, en el encuentro con la poesía.
“-Porque
los nombres no tienen nada que ver con la simplicidad o complicidad de las
cosas. Según tu teoría, una cosa chica que vuela no debiera tener un nombre tan
largo como mariposa. Piensa que elefante tiene la misma cantidad de letras que
mariposa y es mucho más grande y no vuela –concluyó Neruda exhausto”
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